sábado, 8 de abril de 2017

Trieste y una sombra


La antivida de Italo Svevo
Maurizio Serra
Fórcola. Madrid, 2017.

“Vidas y leyendas” era el subtítulo de la espléndida biografía que Maurizio Serra dedicó a Curzio Malaparte; ahora, en el título de la dedicada a Italo Svevo aparece muy sorprendente y significativamente la palabra “antivida”. No hay dos escritores más opuestos: brillante, contradictorio, aventurero el uno; un buen burgués, un escritor secreto, o ni siquiera un escritor durante la mayor parte de su vida, el otro.
            Opuesta la trayectoria vital, opuesta también la obra: al lirismo efectista de Malaparte, a su literatura profusa e inagotable, se contrapone la escritura seca, y en la que no escasean solecismos y dialectalismos, de Svevo (hubo incluso quien dijo de él, como se repitió a menudo de Baroja, que escribía mal).
            Pero todo lo que le falta a Ettore Schmitz –ese era el nombre civil del escritor– de novelesco le sobra a su ciudad, Trieste, un enclave italiano (y eslavo) en el imperio austrohúngaro.
            La ciudad de Trieste, a la vez cosmopolita y provinciana, es casi por sí misma un género literario. En el epílogo a su biografía incluye Serra una entrevista con Claudio Magris, el autor de Danubio, quizá el mejor conocedor, y uno de sus mayores representantes, de esa literatura triestina.
            Tanto como Ettore Schmitz –empleado bancario, comerciante, próspero empresario–, o quizá más, nos interesan las figuras que le rodean: el poeta Umberto Saba, que nunca le quiso demasiado, y al que visitaba casi cada tarde en su librería (cuentan que fue el único cliente habitual a que jamás hizo descuento); el novelista James Joyce, por entonces un joven profesor de inglés que llevaba una vida bohemia que a Ettore –que fue su alumno– le repelía y le fascinaba al mismo tiempo.
            Pero poco a poco el arte de Maurizio Serra  –escritor italiano, nacido en Londres y que ha escrito algunos de sus libros directamente en francés– va haciendo que nos interesemos por el gris personaje que publica en la juventud dos novelas a su costa que no despiertan ningún éxito y que durante la mayor parte de su vida adulta parece solo dedicado al negocio familiar. En realidad, se trataba del negocio de la familia de su mujer, los Veneziani, que se dedicaban a la fabricación de pintura para cascos de barco y que debían su prosperidad al descubrimiento de una pintura que resistía la acción del agua del mar mejor que ningún otra (la fórmula se mantenía secreta). Los Venezini eran judíos conversos al catolicismo; Ettore Schmitz, judío no practicante, tuvo que convertirse para casarse con su mujer y entrar en el negocio. Nunca en su obra aludió a su judaísmo y esa es quizá una de las razones de la antipatía que por él sentía Saba.
            Ettore Schmitz, el próspero empresario, ni siquiera llegó a tener casa propia: vivió con su mujer, Livia, en el caserón de los Veneziani, frente a la fábrica, en una especie de comuna familiar presidida por su suegra Olga, una matriarca que siempre gustó de llevar las riendas (custodiaba la fórmula secreta de la pintura que había traído la prosperidad a la familia escondida en un colgante que llevaba al cuello y del que jamás se desprendía).
            Solo a partir de 1923, tras la publicación de La conciencia de Zeno, Ettore Schmitz se convertiría definitivamente en Italo Svevo. Al principio parecía que ese libro iba a tener tan poco éxito como sus dos novelas anteriores, pero el apoyo de James Joyce, ya convertido en escritor famoso tras el escándalo del Ulises, resultaría decisivo. El éxito de Svevo comenzó en Francia y pronto sería europeo.
            No tuvo mucho tiempo el escritor para disfrutar de su nombradía. Moriría en 1928, a los sesenta y siete años, mientras preparaba una nueva obra, la incompleta Confesiones de un anciano.
            La conciencia de Zeno es la primera novela psicoanalítica y eso no resulta casual: tras la Viena de Freud, fue Trieste –con sus varias almas nunca bien avenidas– la ciudad en la que el psicoanálisis se desarrolló más tempranamente.
            Italo Svevo murió en 1928, pero la historia que Maurizio Serra nos cuenta llega más allá, hasta la proclamación de las leyes raciales, la segunda guerra mundial y las peripecias de la posguerra en la atormentada Trieste. Porque La antivida de Italo Svevo es algo más que la vida de un hombre que nunca quiso enfrentarse a su destino y que el minucioso análisis de su obra (Maurizio Serra se acredita como uno de los mejores conocedores de la literatura europea de entreguerras), es la historia de una ciudad única que cambió varias veces de manos y a la que en más de una ocasión se trató de aplicar la limpieza étnica, el genocidio cultural.
            Un libro para leer sin prisa, que interesa no solo, ni fundamentalmente, a los lectores de Svevo, sino a todos los que se preocupan por el destino de un continente menos geográfico que cultural, la cuestionada Europa, del que Trieste es cifra y símbolo.   

1 comentario:

  1. ¡Qué maravilla! Hablar de Svevo es hablar de uno de los mejores escritores del mundo. Lo mismo que de Malaparte, otra bestia parda de la literatura. A lo mejor leyéndote solo la obra de estos dos tipos, tienes leída ya la historia del mundo. Y de los hombres.

    Y sí. Aunque suene a topicazo, y sea un topicazo, Trieste es triste. Mucho.

    Gracias, Martin. Gracias Maurizio.

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